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En la actualidad, cuando un practicante de Kajukembo se dispone a ir a entrenarse, dice: “voy al gimnasio”. Pero al utilizar la palabra “gimnasio”, la frase se entiende de forma diferente a sí dijera: “voy al Dojo”. Y esto es así porque en japonés, “Dojo” es el lugar en donde se realiza la Vía, es decir, donde una persona desarrolla la habilidad en la práctica de un Arte Marcial, a la vez que forja su carácter, controla y canaliza sus emociones e instintos y evoluciona como ser humano. Y todo ello utilizando como instrumento la técnica del arte específico que haya escogido.
Cuando un alumno de Kajukembo llega al Dojo, debería tener claro que allí no solo va a ejercitarse físicamente, pues, además del cuerpo, en el entrenamiento es preciso incluir la mente y el espíritu. En la practica del Budo, estos tres factores, cuerpo, mente y espíritu, son inseparables y deben entrenarse de una forma integral; para ello es necesaria la total atención y concentración en nuestros actos, máxime cuando en ellos puede depender nuestra vida o integridad física. Esto hace referencia a las tres cualidades que deben manifestar los practicantes: 1- el espíritu, el carácter, 2- la técnica en el arte practicado y 3- los elementos corporales. Es decir cuando realizamos una patada, es evidente que se trata de un acto físico, pero lo realmente importante no es la acción muscular sino la actitud e intención con la cual ejecutamos la técnica, ya que ésta solo será efectiva si realmente está involucrado todo nuestro ser. Si durante la práctica nos distraemos y hablamos con los compañeros; si esperamos con ansia las pausas o descansos, y además los desperdiciamos para hablar: si nos preocupamos por cuanto falta para acabar; si tememos que nos toque un compañero que trabaja muy fuertemente; si pensamos – exteriorizándolo o no – “¡Uf, otra vez este Kata…!” ; si dudamos de la metodología del profesor, y en definitiva si ocupamos nuestra mente en cosas o acciones ajenas al entrenamiento, nos estamos alejando del sentido original de la práctica de las Artes Marciales.
Por consiguiente, los practicantes deberían adoptar las siguientes normas:
– Evitar las distracciones e interrupciones sin motivo justificado.
– Realizar rápidamente y sin comentarios superfluos las técnicas que mande el profesor con el fin de no romper la armonía y el flujo energético.
– Esperar a las pausas o a los descansos para preguntar al profesor.
El alumno sincero debe practicar en todo momento con los cinco sentidos puestos en cada gesto, en cada acción y en cada una de las técnicas que realice, como si fuese la última vez que practica el arte y quisiese saborear a fondo cada momento, cada instante, cada movimiento. De igual manera, en los ejercicios por parejas o con compañeros debe dar lo mejor de sí mismo, haciendo hincapié en la entrega y decisión en sus defensas y ataques, y buscando la armonía y el progreso mutuo.
Para ello, un verdadero practicante de Kajukembo debe evitar las siguientes conductas o actitudes:
– Practicar sin motivación y sin intentar superarse día a día.
– Hablar, distraerse o no estar atento durante la práctica.
– Correr el riesgo de lesionarse o dañar a los compañeros por satisfacer su ego, por ira, rabia, temor, etc.
– Que el grado o los éxitos deportivos se le suban a la cabeza.
– Sentirse superior o más cualificado que otros compañeros.
– Hacerse notar, vanagloriarse o jactarse de proezas, etc.
– Tratar de imponer criterios personales, incluso a sabiendas que no son los del profesor.
– Cuestionar o discutir las enseñanzas del profesor o jactarse de ello públicamente.
– Subestimar a los demás para enaltecerse él.
– Crear enemistades entre los compañeros o entre las personas.
– Hablar mal o criticar a otras Artes Marciales o a sus practicantes.
– Poner en tela de juicio los conocimientos o destreza del profesor, de los grados avanzados o de otros compañeros.
– Opinar o criticar sobre los grados o cinturones otorgados por el profesor a los demás alumnos.
– Abusar de la confianza del profesor o de los demás compañeros.
– Ser violento, egoísta, orgulloso, engreído o mal intencionado.
En definitiva, sería muy deseable que los practicantes se entregaran al máximo en las clases, como si su vida dependiera de ello; pero siempre con el control físico y emocional que da el sentido común.
A veces, debido al trato diario, amistad mal entendida, exceso de confianza o simplemente por desconocimiento, el “protocolo”, o normas de conducta en el Dojo, es mal entendido y peor utilizado. Ejemplos claros de esto son el no saber comportarse en clase, relajar los modales, no guardar la compostura adecuada, la falta de puntualidad en la clase y la falta de seriedad y responsabilidad en la práctica. Estas malas actitudes degeneran en una falta de respeto y consideración hacia el profesor, hacia los compañeros y hacía uno mismo. Son situaciones que pueden derivar en dejadez, informalidad y adulteración de los valores de la Artes Marciales. Por ello, los alumnos deben entender que, aunque a veces el profesor no les llame a atención de una manera directa o explícita, eso no quiere decir que el comportamiento incorrecto del alumno le pase inadvertido o no le conceda importancia. Por eso, los alumnos avanzados deben guiar, aconsejar y corregir a los principiantes para que éstos no se confundan de actitud.

       

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